¿Dónde está Dios?
En los libros de Martin Handford ¿Dónde está Wally?, una serie con entretenimientos para niños que apareció por primera vez en 1987, el escurridizo personaje viste camisa y sombrero a rayas rojas y blancas, pantalones vaqueros, botas marrones y gafas. Handford ha escondido hábilmente a Wally en ilustraciones llenas de gente en diversos lugares del mundo. No siempre es fácil verlo, pero el creador promete a los lectores que siempre lo podrán encontrar. Aunque buscar a Dios no es como buscar a Wally en un libro, nuestro Creador promete que podremos encontrarlo también.
Somos uno
En una pequeña comunidad agrícola, las noticias viajan rápido. Varios años después de que el banco vendiera la granja que la familia de David había poseído por décadas, se enteró de que la propiedad se pondría a la venta. Después de ahorrar con mucho sacrificio, David llegó a la subasta, donde había casi 200 granjeros locales. ¿Podría ofrecer lo suficiente? Hizo la primera oferta, respirando profundo mientras el subastador llamaba a ofrecer más. La multitud se mantuvo en silencio hasta que se oyó el golpe del martillo. Los demás granjeros pusieron la necesidad de David y su familia por encima de su propio progreso económico.
Amar dondequiera que vayas
Durante unas vacaciones, me senté en el muelle, mientras leía la Biblia y miraba a mi esposo pescando. Un joven se acercó y le sugirió que usara una carnada diferente. Me miró de reojo, y moviéndose inquieto dijo: «Estuve preso». Señaló mi Biblia y suspiró: «¿Piensa que a Dios realmente le interesan personas como yo?». Abrí en Mateo 25 y leí en voz alta donde Jesús hablaba de que sus seguidores visitaban a los presos.
Practicar lo que se predica
Comencé a leerles la Biblia a mis hijos cuando el menor, Xavier, empezó el jardín de infantes. Buscaba momentos apropiados y compartía versículos que se aplicaban a las circunstancias, y los alentaba a orar conmigo. Xavier los memorizaba fácilmente, y si nos encontrábamos en una situación en que necesitábamos sabiduría, citaba aquellos que arrojaban luz sobre la verdad de Dios.
Fe resiliente
Las dunas que crecían junto a la ribera del Lago Silver hacían que las casas cercanas corrieran el riesgo de hundirse en la arena. Aunque los residentes trataban de mover los montículos en un esfuerzo por proteger sus hogares, observaban desesperados cómo sus casas bien construidas quedaban sepultadas delante de sus ojos. Cuando un oficial local vio que limpiaban una cabaña recientemente destruida, afirmó que el proceso no podría haberse evitado. Por más que los dueños de las casas intentaran evadir los peligros de estos terraplenes inestables, las dunas no brindaban un cimiento firme.
¿Qué eres?
Cuando entré a la heladería con mi hijito mestizo de cinco años, el hombre detrás del mostrador me miró y luego se quedó mirándolo fijo a él. «¿Qué eres?».
Verdadera identidad
Mientras mi amiga miraba las fotos que le había tomado, señalaba los rasgos físicos que consideraba imperfecciones. Le pedí que mirara más de cerca. «Veo a una hija hermosa y amada del Rey de reyes —observé—. Veo a alguien que ama a Dios y a otros, cuya bondad, generosidad y fidelidad han marcado una diferencia en muchas vidas». Cuando noté que se le llenaban los ojos de lágrimas, exclamé: «¡Creo que necesitas una tiara!». Más tarde, elegimos la corona perfecta para mi amiga, para que jamás olvidara su verdadera identidad.
Compartir la esperanza
Mientras Ema compartía cómo había abrazado su identidad como hija amada de Dios, entrelazaba pasajes bíblicos en nuestra conversación. Casi no podía darme cuenta de dónde la joven dejaba de expresar sus palabras y comenzaba a citar las palabras de Dios. Cuando la elogié por parecer una Biblia andante, frunció el ceño, ya que no había citado intencionalmente los versículos. La lectura diaria de la Escritura y la sabiduría que esta contiene se habían vuelto parte de su vocabulario cotidiano. Pero Ema no es la única así.
Vivir para servir
Cuando Chelsea, de diez años, recibió un elaborado set de arte, descubrió que Dios usaba el arte para ayudarla a sentirse mejor si estaba triste. Al enterarse de que algunos chicos no disponían de esos elementos, quiso ayudarlos. Entonces, cuando invitó a sus amigos a su fiesta de cumpleaños, les pidió que no le llevaran regalos, sino que donaran artículos de arte y ayudaran a llenar cajas para los niños necesitados.
Dondequiera que adoremos
Un dolor de cabeza y cuerpo intenso y debilitante me impidió asistir a la reunión en mi iglesia… otra vez. Lamentando perderme la adoración comunitaria, miré el mensaje en línea. Al principio, la pobre calidad del sonido y el video me amargaron, pero luego, una voz entonó un himno conocido, y las lágrimas me brotaron mientras cantaba: «Sé tú mi visión, oh Señor de mi corazón. […] Mi mejor pensamiento de día y de noche. Despierto o durmiendo, tu presencia es mi luz». Enfocada en la presencia constante de Dios, lo adoré estando en mi casa.